7/07/2011

POLITICA Y CULTURA



Un pueblo es afirmativo en su porvenir y coherente en sus ideales cuando tienen clara conciencia de su cultura. Ésta, conforma su personalidad, construye su identidad. Es decir, el conjunto de rasgos que lo hacen diferente de otros pueblos. Los bienes de la cultura son múltiples, se consolidan en el tiempo, conforman una tradición. Para que ello ocurra, requieren ser cultivados, preservados y enriquecidos con constancia y responsabilidad. Esas tareas son perentorias e impostergables. Los pueblos desarrollados conciben su cultura como una honda fuente de seguridad y afirmación psicológica. Por ello le conceden una importancia de primer orden.
Cerro de Pasco es un pueblo que, hace tiempo, experimenta el debilitamiento de su cultura. Ese hecho repercute en la salud espiritual de sus habitantes, en su falta de energía constructiva, en la debilidad de su conciencia histórica. Sacudirse de esta anomía es, acaso, una tarea urgente. Y esta premura, no es un prurito, menos una pose pasajera. La reactivación de la cultura cerreña es un antídoto contra la mediocridad, la indolencia, la ignorancia que amenaza al pueblo. ¿Qué tareas podemos emprender –preguntémonos- para alcanzar el desarrollo, si vivimos en una sociedad paralizada, inconsciente y devaluada culturalmente?... Es necesario reconocer que la primera exigencia para avanzar es la constructiva, capacidad de reconocer nuestras debilidades y carencias, y eso nos da la cultura.
En los últimos años hemos experimentado la elección de nuevas autoridades políticas. En las campañas eleccionarias se han escuchado una retahíla de promesas. Hemos sido testigos de pasiones, enfrentamientos, ofensas y, también, de mentiras políticas. Estas actitudes, con toda crudeza, expresan el deliberado deseo de construir una democracia, que finalmente es de forma y no real. Esta verdad se hace transparente cuando nos damos cuenta que ninguna agrupación política, ningún líder, tiene conciencia de cuáles son los urgentes problemas que limitan la vida del pueblo cerreño. Esto, dado a que las contiendas políticas no obedecen a lúcidos planteamientos programáticos sobre la problemática del pueblo, sino sobre interés de grupo o de individuos que, finalmente, se transforman en caudillos marcados por un pernicioso personalismo.
La política –no lo olvidemos- es el arte y, bien puede ser concebida también como la ciencia de administrar el destino de un pueblo. Los cambios que el pueblo cerreño ha experimentado son imperceptibles, son soluciones efímeras, pasajeras, porque se sustentan en obras de cemento, en monumentos sin alma, con los que crea una ilusión de progreso, una sensación de alivio.
La política eficaz y verdadera atiende al pueblo a partir de su realidad concreta, la materialidad y el espíritu. Y si esta simple verdad no ha sido entendida es porque se desconoce quién es el hombre cerreño, cuáles son sus carencias y cuál ha sido su evolución en la historia. El político debe conocer, en primer orden, quién es el ciudadano que lo eligió y a quien debe servir, cómo es su espíritu y cómo es su cultura.
La cultura es un tejido de manifestaciones y bienes creativos que el hombre ha construido para que su vida sea mejor o superior. La cultura se distingue de la naturaleza. El nacimiento del ser humano -como ejemplo- es un transito de la vida natural a la vida cultural. Así, la asistencia del hombre es una sucesión de hechos culturales, del nacimiento a la muerte. Esta realidad es tan apremiante que si no fuera atendida el hombre moriría.
Bien sabemos que existen dos áreas definidas en el quehacer cultural, la cultura muerta y la cultura viva. La primera constituye un conjunto de testimonios del pasado (restos arqueológicos, monumentos históricos, piezas de civilizaciones pretéritas) que pueden conforma museos caracterizado por su rigor histórico, y el atractivo de sus piezas.
Mientras que la cultura viva está expresada por las manifestaciones creativas de la actualidad. Este conjunto de expresiones tampoco han sido atendidos. Y esta, es más grave que lo primero, porque se ignora un aspecto sustantivo: La creatividad del momento. Esta es una cruda verdad. Existen excepciones, es cierto, pero éstas son hechuras de la emoción, de la inspiración momentánea, esporádica y no reciben una atención sistemática para que puedan superarse en forma constante.
Cerro de Pasco y también la región requiere una visión integral que motive la reactivación de la cultura. Una política que tenga como propósito sistematizar la administración de los vienes culturales y ponerlos al servicio del pueblo. Esta política no es un acto casual, ni arbitrario, menos responde a una voluntad milagrosa. Es resultado del conocimiento, de la planificación. Es el fruto de un estudio que posibilite la apertura de oportunidades para desarrollar capacidades creativas y, así, posibilitar el enriquecimiento espiritual del pueblo. Y esta política de cultura no ha estado presente en Cerro de Pasco, al extremo que lo poco y valioso que se ha hecho a respondido al empirismo y a la buena voluntad de los cultores de algunas expresiones culturales.
Cerro de Pasco para organizar y dinamizar eficientemente la vida cultural requiere, en primer lugar y con urgencia, un espacio. A este lo denominaremos espacio cultural. Sobre este asunto se ha hablado mucho, se le ha denominado de diversas maneras, una de estas fue el Complejo cultural. Inclusive se logró una partida económica para el estudio de pre-factibilidad, en una anterior administración del Gobierno Regional. Con los meses, esta iniciativa se fue diluyendo hasta quedar sepultada en el olvido. Los niños de aquel periodo de el sueño por tener un espacio cultural, ahora son adolescentes o jóvenes. Jamás han podido recrear, en forma sistemática, una obra que tenga calidad; los que tienen aptitudes musicales no han recibido una formación calificada, Pasco es una región que carece de una escuela de música, los deseosos de aprender y cultivar dibujo y pintura, nunca recibieron normas y clases pertinentes; los amantes de la danza siguen bailando empíricamente en las calles gélidas de Chaupimarca y san Juan, abandonados a su suerte; los anhelantes de cultivar sus manos y su ingenio en obras de artesanía, nunca pudieron hacerlo porque jamás se encontró un espacio adecuado; los amantes de la escritura siguen intermitentemente haciendo como puedan, sin criterios ni normas, que permita elevar nuestra literatura. Estos pocos ejemplos nos colocan ante un panorama devastador, por estas razones creemos se debe dar importancia al desarrollo de la cultura.
No es tiempo de buscar chivos espiatorios. Tampoco de blandir, con el pretexto de la cultura, interés personal o de grupo. El retraso de la cultura cerreña es culpa de todos, de unos más y de otros menos. Todos profesionales y no profesionales, autoridades y ciudadanos, hombres y mujeres, líderes políticos y oficiantes de cultura, todos tenemos responsabilidad ante este panorama sombrío. Es hora de entender que en Pasco la cultura es también un panorama político. Y la cultura debe ser desplazada a un último lugar. Todos anhelamos tomar agua saludable y también consumir cultura cristalina.