11/17/2011

Es urgente reflexionar sobre nuestro destino

Recientemente el país se sorprendió ante la ola de denuncias de corrupción atribuida a diversos congresistas recientemente elegidos. Entre estos a un representante por Pasco. Los ojos de la opinión nacional giraron en torno a la región interrogándonos ¿por qué elegimos personas carentes de ética, sin visión sobre los elegidos problemas que sufre nuestro pueblo?... Aceptando esta miopía, consistente en elegir por elegir, para aparecer democráticos- hábito generalizado en muchos lugares del Perú – creemos en las raíces de este hecho son más profundas y tienen que ver con las maneras perniciosas cómo se ha venido pensando y construyendo la política en nuestro país.
                Es evidente que la credibilidad en la política y en los políticos se ha debilitado. Esto debido a que se pone en primer orden los beneficios de las grandes empresas y consorcios internacionales sobre los derechos de los sectores sociales mayoritarios, hundidos en la pobreza, en un mundo heterogéneo y complejo que tienen como eje principal el mercado y las ganancias. En esta jungla neoliberal, donde priman los intereses individuales, las campañas electorales están signadas por el dinero antes que por las ideas y las propuestas programáticas. Así quien más tiene e invierte en popularizar su imagen y su nombre, ocupando el espacio informativo que bien se presta a ser su eficaz vehículo, copa el espacio político asfixiando toda propuesta serenamente pensada.
                Estos ciudadanos improvisados, candidatos obsesivos de ambiciones largas y de ideas cortas, son captados por los partidos políticos gracias al poder de su dinero. Pero qué son los partidos políticos en la hora presente?... Clubes momentáneos, asociaciones efímeras dedicadas a erigir caudillos incapaces de estudiar la realidad y plantear soluciones a los problemas de un país heterogéneo situado en un mundo complejo y cambiante.
                Antes de sistematizar, estudiar, comprender la cruda realidad social que nos caracteriza, estos grupúsculos llamados partidos, son amontonamientos de gentes sin ideales superiores, prestas a ser utilizados, a servir no a líderes, sino a los caudillos de turno. Estos hábitos de servidumbre han debilitado la ciudadanía del pueblo, su capacidad de vigilancia y supervisión sobre la importancia de obras públicas y proyectos que aseguren a los pueblos un destino digno y diferente.
                En este terreno desvaído de la política donde encuentra un caldo de cultivo la corrupción. No vasta decir que debemos denunciar a los corruptos, hay que educar a los ciudadanos para que no lo sean. En esta perspectiva urge reconstruir la práctica y los conceptos sobre la política, incluir a los pobres no será suficiente sino reeducarnos al pueblo. Y estos es posible no solo con la represión y la drasticidad oportuna de la ley, sino con la educación. Reconozcamos que la educación, escolarizada y no escolarizada no ha contribuido en los últimos años a formar ciudadanía. En la escuela, pública o privada, la historia, la educación cívica como asignaturas son epidérmicas e insustanciales. Las ideas y la práctica de la formación ciudadana no comprometen a los protagonistas de la educación, la democracia como forma de vida y de gobierno es aún débil porque no implica responsabilidades en los niños ni en los adultos.
                Ante el panorama descrito es lógico que cunda la corrupción, que broten, de pronto, sorpresas dolorosas y vergonzantes. Y esto, no es culpa de un pueblo que año tras año ha visto y experimentado como sus esperanzas han sido manoseadas y postergadas. Por ello, es urgente reflexionar sobre nuestro destino, construir tozudamente una nueva manera de vivir y mirar la política.

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